Un tema interesante de considerar es el consumismo en el ámbito de la
moda, y las estadísticas de este año que reflejan datos que sirven para una
evaluación de las cifras que moviliza el sector. En ese fantástico universo al
que la moda evocativamente nos convoca, un punto importante a analizar es el
factor económico y específicamente el consumo y sobre todo el asesoramiento que
brindamos a nuestros clientes, teniendo en cuenta la cadena de valor y el
sector productivo dependiendo de un apoyo concreto para su desarrollo y
crecimiento.
Muchas personas consumen más de lo necesario, mientras que otras no
tienen lo indispensable. Según el Papa Juan Pablo II, (quien ha sido
beatificado el 1 de mayo de 2011) el antídoto al consumismo es desarrollar la
vida interior. “Ante las insinuaciones de los valores efímeros del mundo
visible, que presenta un cierto tipo de comunicación mediática, es urgente
contraponer los valores duraderos del espíritu, que sólo se pueden alcanzar
recogiéndose en la propia interioridad a través de la contemplación y la
oración” (JPII, 7-V-03). Fuera de este contexto religioso que intenta volver a
los valores humanos en vez de profundizar la importancia de las modas, sin
lugar a dudas muestra que la indumentaria ejerce una influencia extraordinaria
en el ser humano y eso se debe a que puede atravesar los diferentes ámbitos y
conectarlos ya que involucra varios sectores y puede aportar a la solución y concientización
de las problemáticas que el mundo tiene, como el cuidado del medio ambiente, la
búsqueda de la paz, la lucha contra la pobreza y lo injusto (de hecho se
realizan desfiles a beneficio de personas de bajos recursos, o a favor de
entidades de bien público) e incluso constituye una manifestación clara del
pensamiento de generaciones o núcleos que se expresan a través de lo que usan,
consumen y proponen.
Los diseñadores jóvenes están tendiendo a observar las realidades de una
manera diferente, sobre todo este último tiempo en el cual se manifiestan
activamente, con otras miradas, y con un aporte de aire fresco buscando sus
propios espacios de expresión.
Nos encontramos entonces con un sector de la población que es consumidor
de diseño y comprador compulsivo de marcas, otro que por cultura y tradición
adopta cierto estilo de vida y por ende cierto grado de apego a atuendos más
formales o absolutamente innovadores para marcar tendencia, lo que se asocia
indudablemente con la obtención de cierta satisfacción en el acto de poseer un
bien que produce felicidad al ser exhibido frente a los demás.
La moda gira sobre un sistema económico montado en base a campañas
permanentes de consumo, con el cambio de cada temporada, incitando a la
renovación del guardarropas, promoviendo la adquisición de prendas como signo
de status dentro de los grupos sociales, incluso generando acumulación de
propuestas diferentes o modas parecidas pero con la idea de que siempre vuelve.
Esto genera una competitiva riqueza a nivel mercado pero el consumo a gran escala
afecta seriamente el equilibrio ecológico y también los recursos naturales, por
el uso de químicos, alto consumo eléctrico, y la problemática del trabajo
esclavo.
Verdaderamente esto también está signado por el mercado, ya que en
comparación con épocas pasadas donde el sastre era una industria, hoy en día
las cifras de producción no lo incluyen en la nómica de artículos más
consumidos.
Indudablemente el destierro del traje no es patrimonio argentino, sino
parte de una tendencia mundial que tuvo su epicentro en Nueva York en los 90
–cuando se empezaron a instaurar los viernes informales que en desmedro del
quehacer elegante se impuso en las empresas– lo que llevó a los sastres de
Nueva York, a instituir los dress up thursdays, para que los jueves los empleados
tuvieran que ir a trabajar de traje. Incluso en 2001 editaron la “Guía para
vestir con estilo profesional” de Judith Rasband, y ofrecían un asesoramiento a
los empleados que quisieran mejorar su imagen (Diario La Nación, 2005,
octubre).
La tendencia al abandono de la corbata también llegó a Oriente y una
sociedad conservadora como Tokio, está modificando sus costumbres impulsados
por el gobierno japonés, que persigue un ahorro energético con miras a cumplir
el Protocolo de Kyoto5 y eso hace que afecte también el ámbito del vestir.
Si hablamos de la sastrería actual, la moda sartorial persigue el objetivo
estético de enaltecer la figura humana y no sólo cubrir el cuerpo de tela,
aspira al refinamiento en busca de la belleza y la elegancia de quien porta una
prenda hecha a medida, pero su consumo realmente no es masivo sino todo lo
contrario, son pocos los que acuden al sastre.
La demanda se mantiene en las grandes ciudades, donde existen almacenes
o tiendas que incluyen un profesional sartorial que brinda justamente este
asesoramiento.
El punto aquí es, romper con las cadenas de la ignorancia y publicitar
más allá del boca a boca, la labor profesional del sastre/a y concientizar al
consumidor. Si no, ¿cómo puede saber el cliente, qué es bueno, si en toda su
vida no ha visto otra cosa que ropa de confección diseñada para un prototipo
explícito?
Aquí es donde planteamos la necesidad de educar al consumidor, de
explicarle el concepto de diseño y de creación para que sepa distinguir y
seleccionar lo mejor para sí.
Los grandes maestros sastres subsisten en los atelier de moda de
ciudades como Londres, Milán, Madrid, Berlín, Paris, Roma, Barcelona, y en
América Latina en ciudades capitales como Sao Paulo, Buenos Aires, Santiago, que
llevan la delantera y en países emergentes como Ecuador, Bolivia, Paraguay,
Colombia, Costa Rica, El Salvador, Perú incluso México, muchos jóvenes están
formándose potencialmente para ser la mano de obra de este siglo en este sector
productivo.
Las legendarias Sastrerías de Savile Row como Anderson & Sheppard
que viste al Príncipe Carlos, y Wilkinson & Sons que se fundó en 1662,
Roger & Co en 1774 y John Jones en 1827, siguen vivas a través del tiempo
como Poole & Co que llegó a emplear a más de trescientos sastres desde su
fundación en 1806. Hoy claramente la moda se sigue nutriendo de creaciones de
otra época y los cincuenta por ejemplo, retornan fuertemente con propuestas
renovadas en esta segunda década del nuevo siglo retomando la femineidad y
proponiendo para la moda masculina un estilo más dinámico, valorizando el buen
vestir. Ante esta tendencia creemos que con métodos de corte planteados para un
aprendizaje acondicionado a estos tiempos, en caso de iniciantes o estudiantes
de moda que profundizan en áreas de esta naturaleza, el adquirir nuevo
conocimiento y ampliarlo es más que significativo. Los oficios requieren
aprenderse in situ, ello le da la riqueza precisa a la labor ya que los
detalles pueden apreciarse y discutirse sobre la tarea misma y es allí en la
resolución de problemas donde se pone de manifiesto la aplicación del
conocimiento que se aprende y en la construcción de la pieza lograr así
resultados superadores en la creación que se está proponiendo.
Diario La
Nación, 3 de octubre de 2005. Disponible en: http://www.lanacion.com.ar/744224-los-sastres-estan-enojados
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