lunes, 30 de noviembre de 2015

Consumimos diseño, buscamos calidad o sólo vestimos a la moda...

Actualmente el diseño ocupa un espacio importantísimo en nuestras vidas y lo aplicamos a nuestras actividades cotidianas, está presente en los objetos de primera necesidad, en artículos de cocina, en el packaging de los alimentos como en electrodomésticos, lo encontramos en aquellos elementos que adquirimos por placer e incluso lo vinculamos a la educación, a la política, a la producción y a la industria de la moda que es el motivo que nos convoca.
El punto aquí es evaluar si a la hora de pensar y analizar cómo se viste la gente en el siglo XXI, las evidencias no muestran lo contrario y podamos confirmar que sí consumimos diseño, y en esa elección no sólo hay consumismo, sino que se busca diseño pero en verdad estamos adquiriendo también calidad o simplemente compramos sin ningún tipo de entrenamiento. La pregunta que automáticamente se une a esta interpelación es, si realmente la gente se viste siguiendo una tendencia o romper con la elegancia es lo que nos ha llevado a generar una diversidad que abrumadoramente sólo se convierte en novedad, momentáneamente, y la elegancia del vestir quedará solo relegada a unos pocos, sea por cuestiones de costo o porque realmente la realidad nos muestra un cambio en la cultura estética de los consumidores.
La moda vincula usos y costumbres que permanecen en boga por un cierto tiempo y que marcan el deseo de manifestarse y de pertenecer y también de ser uno mismo.
Romper con lo conocido y reestructurar aquellas viejas costumbres de vestir elegante con prendas que sin duda enaltecían el buen gusto, dieron paso a prendas informales y sencillas que incluso han popularizado el uso del diseño de manera masiva, sobre todo con la aparición de los medios de comunicación y la globalización que marcan un acertado encuentro de culturas y novedades que afectan la creatividad de los nuevos diseñadores que influencian al público consumidor con sus propuestas.
La moda es cultura, y como tal se relaciona directamente con el hacer del hombre y su entorno, y nos permite analizar también la evolución y significado que le damos a las cosas y al uso masivo de ellas.
En el caso de la moda sartorial, expresa el espíritu del tiempo y del trabajo dedicado a la tarea, al objeto de deseo, y esa creación, vista desde el interés del cliente que la adquiere exclusiva para sí cuando la hace a la medida, es la pieza codiciada que te hace lucir maravillosamente, y más cuando hablamos de sastrería y alta costura, donde un profesional trabaja para el logro de este objetivo, por ello sus adeptos y seguidores tienen un alto grado de sensibilidad a la hora de elegir su vestimenta y por ende estamos hablando de una clientela exigente que busca calidad además de diseño, exigiendo de este profesional de la moda mucho más que su creatividad: espera satisfacer su deseo de confort, lucir con elegancia, distinción y gusto estético y obviamente también marcar un status social.
Lo positivo es que la moda tiene la particularidad de mutar, el modelo puede ser modificado, cambiado, estructurado, mejorado y convertirse en algo nuevo y diferente, y es uno de los indicios inminentes de los cambios sociales, económicos y políticos que experimenta un determinado grupo de individuos en cierto lugar y tiempo influenciado por esta diosa que si bien no conocieron los antiguos, nosotros, hemos transformado en ídolo y devotamente seguimos sus indicadores en mayor o menor medida.
La moda se ha convertido hoy en día en una industria que vende diseño, estilo, glamour, que comunica mensajes y representa una rama productiva en alza con una economía que emplea a gran número de personas que desempeñándose en distintas áreas, dan vida a este conjunto increíblemente amplio que es la indumentaria y los accesorios.



Di Renzo, S. (2007). Filo sofía dell´Abito. Roma: De Luca Editore.

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